viernes, 13 de mayo de 2016

Elegía a un consumidor consumido



¿No ves que te tiene poseído, que te está intoxicando? Su aura embelesadora te ha cautivado y estás atrapado en sus redes, colocadas de forma estratégica para que tú seas tan pazguato como para embarullarte en ellas. Escápate, ahora que puedes. Aún puedo ver una brizna de cordura en tu semblante, sé que tu alma está luchando por huir, pero tu corazón enfermo la combate con fiereza. 

Tu espada, en vez de desenvainarse y atacar, rebelarse, se ha introducido dentro de ti, hendiendo tu espíritu. Te ha salido el tiro por la culata. Estás perdido, corres y recorres territorios indomables, fuera de tu alcance, y aun así decides avanzar, tragándote todas las consecuencias pero sin ser consecuente; te arrastras por el barro, que cicatriza temporalmente tus heridas -las cuales están preparadas para, próximamente, florecer de nuevo.

Estás confundido y eres confuso; te lastimas y eres dañino. Vagas sin rumbo, nadie comprende tu naturaleza mansa y a la vez sañuda, caes por un precipicio e, incluso habiéndote magullado todo el cuerpo, escalas de nuevo el escarpado, sin temor alguno, con un coraje abismal.

Luego irrumpes en el interior de esencias benévolas, les quebrantas la coraza y les descolocas los esquemas. Y tú eres el incomprensible. Imposible de descifrar. Lejano, alicaído, absorto, adusto; a la vez próspero, orgulloso, ufano, brillante. Brillas como una joya, tu superficie chilla, y tú te atreves a arder, a gozar de la pasión: eres valiente. Valiente y desenfrenado. Te vuelves loco.

¿Dónde está tu juicio? Se ha desvanecido. Ha volado como un pájaro. Ha volado como tú. Porque tú eres un pájaro. Un pájaro triste, soñador, desvencijado y desorientado. No te conformas, estás furioso, una bella ira te descontrola. Porque fracasas, a pesar de los buenos pronósticos; vaticinas éxitos que no se cumplen, y te quedas perplejo, sin esperanzas, ante los resultados. Es ahí cuando arremetes. Y destruyes. Infliges un daño propasado y no merecido.

Pero tu sulfurada destrucción es infundada e inocente: no te das cuenta del dolor que causas, eres inconsciente de lo que despedazas. Arrollas todo lo que está en tu camino. Como una hélice que se adelanta impertérrita, con el movimiento constante de sus aspas.

Cuando te das cuenta del daño que has causado es demasiado tarde, y resuelves castigarte a ti mismo, por insensato, por majadero, por cerdo. Es ahí cuando te clavas el puñal, y lo retuerces para expandir la tortura, acrecentarla. 

Finalmente, en el limbo de tus fuerzas, sueñas. Tus sueños rebosan hermosura. Esa mohína delicadeza se refleja en tu rostro. Te propones metas, objetivos, con la seguridad de que los alcanzarás, a pesar de los múltiples obstáculos que se te presentan en el trayecto. Eres un bonito espectáculo, al fin y al cabo. Tienes una ilusión: acabar con este ciclo que se repite, que no deja paso a redenciones, que te empuja, te empuja, te empuja… hasta que caes. Y no hay renacimiento que valga.

3 comentarios:

  1. Pues me gusta mucho, amiga mía. Mucho. Deberías escribir más cosas de este estilo para tu blog. Complementarían muy bien a lo que sueles escribir

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    1. ¡Muchas gracias, máquina! Aprecio tu beneplácito. Tendré en cuenta tu consejo, y lo remitiré: me gustaría ver en tus relatos algunos toques de romanticismo. O quizás ya los hay y no me he dado cuenta...

      Abrazo fuerte.

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    2. Pues en algún momento me dará por meter algo de eso, o al vez no. Ya se verá como evoluciona la cosa. ^^

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