domingo, 21 de agosto de 2016

LA PERLA DE CHINA




Breve ficha técnica
Título original: Pearl of China
Idioma original: Inglés  
Autora: Anchee Min
Año: 2012
Editorial: DEBOLS!LLO
Número de edición: Primera en DEBOLS!LLO
Número de páginas: 345 (Nota de la autora posterior incluida)

Nos introducimos a finales del siglo XIX en zonas agrarias del sur de la China. Anchee Min consigue diseñar una biografía de la estadounidense Pearl S. Buck sin caer en los tópicos del género: el narrador es en primera persona, desde el punto de vista de una amiga que la acompaña —aunque durante ciertos periodos de tiempo sea solo en espíritu— a lo largo de toda su vida.

En el personaje de Sauce, una de las protagonistas —después de Pearl, obviamente, porque es en ella donde recae, a mi parecer, lo más esencial de la novela—, se fusionan varias personas que convivieron y congeniaron con la escritora durante todos los años que esta vivió en China. La autora nos muestra como Pearl había sentido, desde pequeña, que China era su hogar, donde estaba arraigada, a pesar de ser Estados Unidos su verdadero país de origen. Esta pasión por el país asiático la manifiesta en su bibliografía, en la que relata -por lo que se nos cuenta en la novela, con asiduidad- situaciones cotidianas de los campesinos chinos.

A parte de centrarse en ese personaje histórico, Anchee Min retrata los conflictos entre el gobierno nacionalista y el comunista, y la imposición de esta última ideología, bajo la dictadura de Mao Zedong que, junto a su mujer, no censuró en ningún momento la represión —es más, la propagó— hacia los que mostraban un mínimo desacuerdo con el sistema instaurado. A ese entramado de conflictos se le añadía también la intromisión de Japón, con sus intenciones de conquistar China.

La autora mezcla, con destreza, elementos históricos y ficticios, que confieren una novela que muestra datos reales de la situación política y social del país en la época y, a la vez, consigue que el lector se encariñe de los personajes más importantes. También, a parte del dramatismo que predomina en la obra, se vislumbran, sobre todo en las escenas más cotidianas, tintes cómicos, que ayudan a canalizar la tensión acumulada durante los acontecimientos más turbulentos.

En mi opinión personal —aunque algo ya se ha podido detectar en los párrafos anteriores—, ha sido una novela muy de mi agrado. No de mis favoritas, pero ha conseguido emocionarme y, a la vez, consternarme por la paupérrima tesitura política de la época en China. Esta lectura me ha alentado a documentarme más sobre la historia del país y a leer libros de Pearl S. Buck. Además, mi interés por la literatura china ha crecido notablemente.

No me gusta puntuar libros, así que seré generosa con la mayoría. A esta obra le otorgo cuatro de cinco estrellas, es decir, que la considero muy buena. No hace falta decir que, obviamente, la recomiendo. El estilo de Anchee Min no es complejo, sino bastante sencillo, es fácil de digerir para un público amplio. Así que, aunque no estés acostumbrado/a a leer, te animo a que le des una oportunidad.

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sábado, 20 de agosto de 2016

Breve reminiscencia al presente



Érase una vez una pequeña y acogedora aldea, en la que residían ciento cuarenta y nueve lugareños, todos de buen corazón, de sonrisa amplia, de generosidad abrumadora. Los días se sucedían con tranquilidad, luciera el sol o encapotaran el cielo las nubes. Las cosechas prosperaban y la ganadería era fastuosa, mientras que los habitantes congeniaban y vivían en armonía. Además, el pueblo estaba cercado por un paraje bucólico, como salido de una égloga, con un bosque frondoso y riachuelos de aguas diáfanas entrecruzándose equilibradamente.

Por mala suerte, había también un ser maligno, dispuesto a astillar el bienestar imperante, a quien llamaban el Máquina. No, debería corregirme: no era un ser esencialmente malévolo, sino que estaba loco, ciego de rabia, engañado, y dilucidó descargar su cólera sobre personas inocentes.

Qué daño hace la historia. La historia, creada sobre los cimientos apilados por los mismos seres humanos. Nosotros mismos la construimos, nosotros mismos la execramos después. Así se sentía el Máquina: despedazado, humillado, con la dignidad burlada. En su cabeza solo navegaba el odio, el odio infundado por charlatanes, por miserables cuyo único propósito era destrozar las vidas ajenas, frustrados por no haber alcanzado el éxito deseado.

Así que, sin pensárselo dos veces, hizo estallar granjas. Incendió la parroquia, donde dos ancianas postradas ante el altar rezaban por una buena vida. Derrumbó la pequeña escuela, mientras niños destinados a labrar un futuro fértil estaban aprendiendo álgebra. No tuvo suficiente con eso, que incluso asaltó la humilde clínica.  

“Han hecho que te arrodilles ante ellos. Eres un vasallo, todos lo somos. Dan apariencia de empáticos y generosos, abiertos de mente, pero en realidad nos esclavizan. Llevamos siglos buscando la igualdad por vías pacíficas, pero ya ves que estas medidas son un fracaso, así que la solución es evidente: cortar los problemas de raíz. Hay que recurrir a la violencia.”

Estas palabras, pronunciadas un par de meses atrás por el Capo, retumbaban en su cabeza mientras cometía esas atrocidades y contemplaba desde el monte la destrucción de la paz, eran como un himno de gloria, y le aportaban seguridad, le confirmaban que no había hecho nada malo, que solo estaba luchando por lo que él y los suyos merecían.