sábado, 29 de octubre de 2016

Sin hilo

Estoy pasando por unas etapas de cambios constantes. Descubrimientos. Giros argumentales -aunque no exagerados-. No solo persistía el bloqueo mental a la hora de escribir, tampoco me sentía con las ganas suficientes para ponerme a escribir algo… ¿sólido?

Me debato entre seguir viendo Six Feet Under o escuchar música. Concretamente a Ben Harper. Merodeaba por Facebook, algo desganada, cuando me he topado con una publicación en la que salía él hablando de su voz… “No me habrían aceptado en un concurso musical, como el American Idol. No tengo la voz para ello. Pero la voz que sí tengo sirve a lo que he vivido, a lo que siento, a lo que percibo”.

En un concurso regentado por mí, no solo su voz sería valorada como se merece, siendo considerada de alta calidad, sino que podría ser uno de mis favoritos únicamente por lo que transmite con su música, sus palabras y las texturas melódicas. No necesita todo un bagaje de instrumentos que lo auxilien en el acompañamiento.


Nunca he sido una melómana. He disfrutado de la música y la he valorado como uno de los bienes más importantes y, directamente, imprescindibles de la vida. La música es de las únicas disciplinas que van más allá de lo entendible y expresable en palabras. Se podrá hablar de la armadura, de los pentagramas, de la escala de do y de sol y de fa y de mi, de los instrumentos, de los ámbitos y registros… pero no se puede hablar, justamente, de las emociones que insufla. No se puede hablar del vahído que se siente cuando se llega al éxtasis. ¿Se podría equiparar al orgasmo sexual? ¿ES un orgasmo sexual? O... ¿existen otro tipo de orgasmos?

No obstante, como ya he dicho, no soy una melómana, ni nunca lo he sido. Nunca me comprometo a adentrarme por completo y a viajar con ella. No me refiero a ir en transporte público, en coche o caminando escuchando música con los auriculares. Me refiero a coger el tren que me ofrece cada álbum, a disfrutar de cada travesía dedicándome a ella por completo, abstrayéndome de los otros elementos que me rodean... Es preciso que le dedique más tiempo. Envidio a los devotos de esta doctrina -si es que puede considerarse así... que lo dudo.

Aislarme. Lo que necesito, a veces, es eso. Un aislamiento. ¿Sería demasiado radical retirarme? ¿Sería tan criticada como la película de Into the Wild? Que por cierto, a mí me gustó mucho. Quizá eso se debe a que la vi hace tiempo y era más chiquilla, o a que no entiendo el cine ni sé cuáles son las buenas películas DE VERDAD.

BAH. A la mierda los críticos intelectualoides que se lucran de juzgar cualquier producto audiovisual o literario que no siga unos preceptos no exentos de pedantería. Que sean felices contentándose con su cine clásico de principios del siglo pasado -que también está genial, no me malinterpretéis, pero hay que valorar el más actual-. A ver, centrémonos, ¿se puede saber qué estás diciendo, Rebeca? Ni que todos los detractores de Into the Wild fueran unos críticos intelectualoides y presuntuosos. Los habrá de inteligentes de verdad.

Después de mis delirios infundados y sin (mentira) precedentes, os dejo aquí otro temita del señor Harper que me reproduzco una y otra vez y que a menudo es capaz de producirme goosebumps -soy una modernilla porque hablo en inglés, en efecto-:


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