domingo, 20 de agosto de 2017

Ganaremos.


El primer sentimiento es el del susto. Entumecimiento. Falta de reacción por no saber cómo proceder, contemplar el entorno sin decir palabra, hasta que despiertas. Y despiertas de repente, actúas, sales escopeteado, los nervios crecen vertiginosamente. El miedo se esparce como la pólvora, y es nuestro peor enemigo, aunque sería de insensatos que no lo tuviéramos. Es normal sentir miedo ante estas situaciones, lo que tenemos que hacer es aprender a gestionarlo y aplacarlo.

Hay que llorar, horrorizarse y lamentarse, pero sin rebasar cierto límite, en el que toca recuperar la calma y preguntarse a uno mismo hacia dónde ir. Un paso importante es comprobar que tus seres queridos están bien. Luego, buscar información acerca del suceso, y contrastarla para discernir entre el chisme y la verdad. Y toca volver a alarmarse ante los sucesos y las cifras. El pánico se extiende. Ese es el impacto que causa el terrorismo a la población civil, causa caos, desconcierto e histerismo. Imaginemos, ya, si lo vivimos en primera persona, o con mucha cercanía. La conmoción es colosal e inenarrable. Y pasemos al dolor que sufren, día a día, los que huyen de guerras, viéndose expulsados de sus hogares y de sus tierras.

El pasado jueves, día 17 de agosto, hubo múltiples heridos y trece fallecidos en un atentado en las Ramblas, en Barcelona, mi ciudad. La misma noche, hubo otro atentado en Cambrils. Nada que no sepáis ya. Los medios de comunicación se han encargado de propalar la alarma, de activar la alerta roja. No se han limitado a transmitir información verídica —que es su función principal—, sino que también han recurrido al sensacionalismo barato, a la búsqueda de clickbaits, poniendo el llamar la atención por encima de la integridad de las personas. Es el caso, por ejemplo, de muchos periódicos, que han vejado el derecho a la privacidad de las víctimas y de sus familias —además de entorpecer la investigación policial—, difundiendo imágenes del incidente. En los mismos canales de televisión reproducían vídeos explícitos mientras advertían que estos no debían ser divulgados. Toda una contradicción.

Este no es un caso aislado. No lo vemos mucho por aquí, en nuestra órbita de Occidente, pero cada día hay ataques de este tipo, cada día hay terrorismo, tanto en un contexto bélico ya de por sí como de forma inesperada. Actualmente, nos está afectando la oleada yihadista, que predica con los valores del wahabismo y el salafismo, pero las atrocidades pueden escudarse bajo cualquier disfraz. La culpa no es del islam, sino de sus sectores más extremistas. No entraré en detalle sobre los agentes más decisivos en la predicación de esta rama del islam más rigorista, entre los que se incluiría, sobre todo, la financiación de Arabia Saudita. Anoche leí un artículo que hacía un análisis sucinto sobre este fenómeno: 

Teniendo en cuenta ese núcleo, hay que proseguir a arrancarlo desde la raíz, evitar su desarrollo desde los orígenes, pero también hay que actuar para combatir lo que ya está en marcha. Las operaciones de los Mossos están siendo muy ágiles y efectivas, y hay que brindarles un efusivo agradecimiento, pero hace falta aun más: estudiar los fundamentos de estos acontecimientos.

Foto de Instagram, del usuario: @univers_agatha

La piel de gallina con la solidaridad sin fronteras en Barcelona y en el resto de lugares en los que se han producido atentados de este calibre: alojamientos, trayectos en taxi gratuitos, voluntarios en masa para la donación de sangre… la ayuda ofrecida emerge a raudales. También los mensajes de apoyo desde muchas y distintas partes del mundo. Tenemos miedo, sí, pero batallaremos, nos enfrentaremos a él, todos juntos. No puedo hacer nada más que dar ánimos, tanto a las familias y círculos cercanos de las víctimas como a la comunidad musulmana, que sufre duras recriminaciones por parte de los fascistas y racistas que han encontrado un bonito pretexto en el terrorismo para encauzar su desprecio.

Ganaremos.